ARTES VISUALES, ARQUITECTURA, LITERATURA, PENSAMIENTOS

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Trabajo multidisciplinar para construcción de obra y discurso.

lunes, 24 de febrero de 2014

QUE LOS ODIABA A TODOS




Se sentaba todas las noches esperando a que pase la vida a su lado y lo roce en el brazo con gentil ternura, pero no. Esperaba a que algo cambie, de tal manera que nadie se entere qué tramaba en la oscuridad de su habitación, con las ventanas tapiadas y la única luz de la vela que alumbraba sus papeles desordenados. Odiaba ver a la gente desesperarse en la puerta de enfrente y lanzarle huevos al cartel de Don Benigno. Se atormentaba con la idea de tener que recoger la basura del vecino que no se dignaba a decidirse entre ser hombre o mujer, siempre en la duda, apareciendo de vestido y luego de terno y corbata, con rímel en los ojos o con un habano en la boca. Detestaba a su otro vecino que siempre aparecía con una nueva mujer y que todas las noches producía aquellos ruidos asquerosos en el fondo de la habitación contigua.

El hotel en el que vivía era la pesadilla de don Lacracio. Era el mayor de todos los pasajeros y era también el más odiado.  Pasajeros que vagaban atrapados en el olvido y la tempestad del alma, desgarrados en sus camas, sin futuro, y con un pasado que querían a toda costa olvidar. O eso, al menos, pensaba él.

Una mañana apareció muerto en su cama con la boca descolocada, un olor a putrefacción, una sonrisa capciosa y lágrimas de secas dolor en las mejillas. A cada uno de sus hijos le había dejado una cuenta de deudas con las que cargar, un sinnúmero de pleitos legales, las risas a escondidas de los niños del hotel, la culpa de no haberlo visitado en tantos años, una cama mohosa, unos papeles con letras incomprensibles y una carta, escrita en computadora (esa sí se podía leer) que curiosamente apareció en la puerta de cada uno de ellos.
Cómo los odiaba a  todos…

La carta decía:

Queridos e idiotas Aducio y Sandiurno:

Les mando a ustedes dos, hijos del infierno, un gran saludo desde el fin del mundo. Espero que mi carta les haga pensar en lo insulsas que son sus vidas y lo pobres que se van a quedar cuando tengan que pagar todas la deudas que les dejo. No son muchas, sólo unos cuantos miles por cada uno. No se preocupen, van a poder resolverlo, como resolvieron nunca venir a visitarme a este apestoso hotel en el que la vida me abandonó, como el otoño abandona a las hojas. Díganle a la puta de su madre que la voy a estar vigilando desde la puerta de su cuarto y que cuidado la vea de nuevo con los cabrones de sus machos esos.

Además, la bruja esa tuvo el descaro de llevarse al pobre del Anolito. Ése que no le hacía nada. Pobre hámster, lo voy a extrañar. Díganle que yo también tenía mis ricuras escondidas por ahí en las paredes de la casa, que excave y busque, que ahí las va a encontrar. Quién quiere mujeres como ella, nadie pues, ustedes deben saber lo difícil fue estar con ella, llena de quejas y de ideas. Esa maldita cabrona, carajo. No me dejó encontrar mi camino a tiempo, pero ya le mostraremos cómo seguirlo…

Bueno, hijos (frutos de mis desvaríos, mis pequeños retoños): espero que sean infelices como lo he sido yo. No les puedo dejar nada más que las deudas, pero con eso creo que les va a alcanzar para sobresalir en la vida aprovechándose del resto. La muerte, en cambio, es difícil de engañar. Te atrapa y no te deja escapar. No quiero que piensen que las oportunidades  se pueden desperdiciar así nomás, sino mírenme. No tengo nada y odio mi vida. Odio a mis vecinos. Pero me amo con mucho cariño a mi persona. Soy todo un hijo de puta.

Lo que quiero decirles es que nunca dejen de aprovecharse del otro, roben cuanto puedan y vivan en exceso. Es el único camino que tienen para llevar una vida tan plena y miserable como la mía.

Bueno, díganle a su tío Gamil que no se preocupe por devolverme a mi otra mujer, a la Salcira. Esa comadreja me quiso asesinar la noche que tuve que agarrarlo a patadas a su gato, que se estaba comiendo mi zapato. Ese gato era un asqueroso, siempre lo dije y lo voy a seguir diciendo. Espero que se pudra en el infierno y que sufra como me ha hecho sufrir. La herida que me dejó la Salcira. Esa perra, la voy a joder cuando vuelva.

Supongo que a estas alturas ya se van a dar cuenta de la situación en la que están metidos. En uno de los tantos pleitos por los que he pasado en el trabajo, y esto quiero que sea una enseñanza, he descubierto que la mejor parte de la vida de un hombre se consume tratando de ser reconocido y aceptado por otros. A mí, que he vivido fuera de la ley, no me interesa su aprobación ni su reconocimiento, no quiero que se sientan orgullosos de su viejo padre y tampoco quiero que la tengan fácil. La facilidad es nomás para los huevoncitos que reciben todo. No ustedes, hijos del Lacracio. Ustedes la van a ver negra, sí, negra como la noche.

También quiero que den noticia de mi muerte al tío Fernebrio. Creo que también lo dejé sordo la última vez que lo dejé ciego. Se hizo golpear feo el pobre hombre. Le van a indicar que me debe todavía mi radio y mi celular. Que me los puede devolver en otra ocasión en que yo vuelva a recolectar lo que me pertenece.

En fin hijos quiero decirles que se pudran y que se mueran como quieran.
Su padre,

Lacracio García

Esa noche el hotel se derrumbó. Los cinco pisos cayeron desplomados sobre la superficie plana de la ciudad de El Alto. Esa noche no hubo estrellas, un denso polvo se desprendió del suelo y se esparció por las calles sinuosas.

El rumor de un extraño personaje… La figura de Lacracio García se escurría entre las esquinas de las casas; iba a visitar a todos sus conocidos…

Amaneció mugrosa, la ciudad. Llena de olores nauseabundos.

Las cartas de Lacracio llovieron durante toda la santa noche, y así como los milagros (que suceden), encontraban el camino al interior de las casas. Al día siguiente, casas y edificios desaparecieron… En las cartas venía impresa, como una tarjeta de presentación, la figura del hombre que los odiaba a todos.

Nadie supo nunca lo que tramaba. La cagaron, no debieron molestarlo. Todos cayeron.

Ahora, su figura serena se marcha caminante, firme, directamente al lugar de donde vino…



Por Santiago Contreras Soux, Mayo 2009

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