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ARTES VISUALES, ARQUITECTURA, LITERATURA, PENSAMIENTOS
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Trabajo multidisciplinar para construcción de obra y discurso.
Trabajo multidisciplinar para construcción de obra y discurso.
martes, 21 de octubre de 2014
lunes, 24 de febrero de 2014
TOTAL: CASI NI TE CONOZCO
Las primeras cartas
que se mandaron fueron anónimas. No llevaban dirección ni paradero.
Esas primeras
cartas él nunca las olvidó.
Nunca se animó a
decirle nada. Nunca sacó una palabra de su garganta. Sólo susurros imposibles
de escuchar. Se perdieron en el aire seco.
Cuando quiso
hablarle ya era muy tarde, habían pasado muchos años y él había olvidado su
nombre.
Sólo cartas. Cartas
anónimas que no decían nada y lo decían todo.
Ni amistad, ni la
más delgada sonrisa. Sólo textos…
Los nexos
finalmente se establecieron. Una noche.
Ella lo llamó, él
contestó. Hablaron… Ya no eran sólo textos.
Ella había llamado
y él lo sabía. Estaba seguro.
Dejó de respirar.
Contuvo las lágrimas y le sonrió. No pudo cambiar esa expresión por largas
semanas. Su mirada se prendía cuando la veía caminar desde lejos. Sus ojos
brillaban. Y sin duda (eso pensaba él) los de ella también.
Se saludaban. Se
hablaban. Comentaban las noticias todas las noches.
Se sentaban frente
a frente en la casa de ella. Totalmente desordenada, totalmente mugrienta.
Nunca entendió.
Pensaba en otras
cosas. Buscaba detalles que le conmovieran. Perdía la mirada en migajas
esparcidas por el suelo. Le causaba repulsión ver todo tan desordenado y fuera
de lugar.
Trataba de concentrarse
en sus ojos, que brillaban diciéndole palabras que ya no podía oír.
Ella buscaba sus
ojos, se perdían en el horizonte. Le repetía todo, él en cambio parecía no
escuchar nada concreto.
Nada en lo
absoluto.
Se molestó y lo
dejo marcharse. (Él alegó sentirse indispuesto).
No lo volvió a
llamar. Ni él a ella.
Conoció a su
esposo. Fue feliz. Por mucho tiempo… hasta que dejó de serlo
Se fue a vivir a
otras ciudades. Vagó, escribió más cartas. Las publicó. Se vendieron. Se hizo
famoso. Olvidó a la muchacha. Se olvidó de vivir.
Ella también
Y… no se volvieron
a ver…
Casi no se
conocían.
Eso pensaron y
luego se olvidaron…
Por Santiago Contreras Soux, Septiembre 2007
SIGUR RÓS (rosa de victoria)
Cómo juzgar lo que
no te corresponde establecer dentro de esos límites que se abalanzan más allá
de una jugada de vida o muerte. Cómo aprender lo que está escrito sin la
posibilidad de llevar más allá el entendimiento. Y cómo pensar en el
crecimiento sin la mínima gota de apacible construcción de tibieza humana. Cómo
responder a la soledad, cuando se pega a la vestimenta de esa manera. Cómo
encarar el vacío en el alma cuando se te esconde en la profundidad oscura del
bolsillo. Cómo hacerle frente a la desesperada necesidad de abarcar más allá de
lo que te corresponde. Cómo hacer que la gente deje las tangentes en la
conversación y encare lo que necesita encarar como es debido y como es
apropiado. Cómo haces para abandonar el cuerpo que te contiene inmune a todo
sentimiento, cómo hacer para desprenderse de la cavidad que amontona sombras en
el olvido. Cómo desligarse de las vestimentas empolvadas y desgastadas por el
mal uso de la palabra. Cómo sincerar con la persona que más te importa, esa que
levanta los más altos y gloriosos sentimientos en el fondo de la coraza de
metal oxidado. Cómo hacer. Cómo
debatirse con la posibilidad de llevar el cuerpo, más lejos de lo que nadie lo
ha llevado, al punto más intoxicante y verdadero; puro; y así, dejarlo vagar a
la libertad de la materia, que lo iluminado y lo ensombrecido se junten
armoniosamente en una sola entidad. Cómo hacer para que lo aprendido en los
años se retenga en la memoria colectiva; que se haga la luz del conocimiento y
de la certeza de que, en lo inmenso, se encuentra la verdadera energía que nos
mantiene juntos. Que en lo inmenso se juegan las verdaderas cartas del destino,
que ahí se concentran las almas de la gente, que el poder no es el puño, si no
la invisibilidad yacente en los corazones, en las verdaderas y largas noches de meditación. En las
cabezas, en los cuerpos, en las almas, en la luz que se alberga en el corazón.
En ese aroma humano que se puede respirar en las rocas y en la tierra, cuando
éstas no han sido todavía devoradas por actos inconscientes de desamparo y
vacuidad espiritual. Cómo hacer para que las amistades no se desgasten y
florezcan cada vez que se habla de sentimientos empáticos, que se nutran de la
compasión mutua y del bienestar ajeno. Cómo lograr que las sociedades encuentren
el equilibrio necesario para vivir en paz los unos con los otros. Cómo
conseguir derribar las barreras que separan las posibles comuniones que surgen
del contacto. Cómo enlazar las vibraciones que se producen en los pequeños
actos de solidaridad. Cómo sostener el
ritmo de las miles de vidas que giran alrededor nuestro. Cómo generar armonía a
partir de comportamientos y actitudes que se basan en el respeto y la
comprensión. Cómo levantar edificaciones invisibles de valores intrínsecos en
la manera de ser con el otro. Cómo llevar adelante proyectos que piensen
sobretodo en el que necesita ser escuchado. Cómo seguir adelante sin dejar a
nadie atrás. Cómo conseguir equidad en la marea que persigue. Cómo derrotar.
Cómo vencer en la búsqueda de más y mejores lugares en los cuales ser más
humanos. Cómo arrancar una rosa que se marchite sólo con la falta de cariño y
calor humano. Cómo lograr que sólo haya
una profunda vastedad de buenas vibraciones que conecten las vidas en la gran
inmensidad.
Por favor que alguien me diga…Por favor que
alguien me diga…
Santiago Contreras Soux, Diciembre 2010
PINTURA CORTO PUNZANTE
Descansa en el rojo, en el rojo, por favor encuentra el
descanso. La pintura roja se parece a la sangre, como la sangre se parece al
carmín. La pintura es hecha con sangre, ¿se la busca como herida? Continúa el
plazo, se atrasa la entrega, se alienta al artista y el plazo se vence. La
desesperación se hace intolerable y la comida mengua, como si no hubiera
resplandor en las ideas. La fecha límite se acerca y el color rojo todavía no
ha encontrado madurez total. Se le pregunta al artista, qué piensa hacer con la
falta de motivación, emotividad, reflejos, rapidez, efectividad. Dice que no
tiene la mente clara, que una nube le ha cegado, que le faltan ideas, que no se
siente inspirado, que el mundo es un mierda, que no tiene con quién calmar el
llanto de su alma en pena, que no tiene las respuestas, que no las quiere
tener, que se mure por decirle al mundo cómo ha estado sufriendo, o mejor, no.
Se queda quieto, piensa en el color rojo que ha estado preparando, ése color
que puede ser parte de la creación divina, no cree en dios, pero le teme, eso
le han enseñado. No tiene paradero, no quiere tenerlo, no le gusta la compañía
humana, y aún así, su arte se debe a su interacción con los otros. Se calma,
había gritado mucho, derrama el rojo sobre el bastidor y no le alcanza. Tendrá
que preparar más, pero teme no igualar el tono exacto, debe ser el mismo color,
sin ninguna diferencia, sin absolutamente ninguna diferencia de tonalidad. Le
teme a la perfección, así como a la mediocridad. Quiere ser Dios, o como una
especie de ser divino, pero sabe que sus poderes sólo alcanzan para manifestar
sus sueños, sus anhelos, su atormentada realidad, su obsesión por aquellas
cuatro chicas, de aquella última que no logra sacar que se ha clavado como un
cuchillo en su corazón, sin dejarlo vivir, disfrutar, tener placer. Se repliega
en pensamientos añejos, sobre la primera chica de la que se ha enamorado, el
rojo brota de sus ojos, aquella pequeña figura, sigue ahí dando vueltas en su
cabeza, manifestada como una sombra, al alcance de su mano, de su rostro, pero
aún así, completamente ambigua, representando a la totalidad del género
femenino, a quienes teme y a quienes adora. Si mezcla bien el color rojo de su
gran balde de pigmentos, logrará conformar un patrón de tonalidades únicas,
como la sangre que lleva dentro, como el hervor de su propia pasión. Desnudado
al fin. Ya no estarán en su cabeza todas aquellas personas de las que ha tenido
que separarse para sufrir menos, el dolor es intenso en ese sentido. ¿Será la
mediocridad del corazón una parte de esa mediocridad que tiene el país? Se
lleva la mano a la barbilla, siente la barba a medio crecer y entiende por fin
que lo que debe hacer es dejar de buscar a la persona indicada, dejar que ésta
se acerque y caiga en una trampa. La desesperación repentina lo abraza y se
agarra la cabeza, si se la pudiera quitar, lo haría, sin duda de ello. Se
sienta mira a su alrededor, las paredes blancas machadas de diferentes colores,
principalmente de negros y blancos que se entrecruzan unos con otros, forman
grises, y en medio de todo algunas manchas de otros colores que eventualmente
se encuentran en el bastidor para armar un entramado de pequeñas porciones de
componentes químicos, Qué increíbles los colores. Mínimas composiciones
químicas que unidas elaboran lo más bello de la tierra, el color. Sustancia de
indescriptible belleza, pobre el que no ve, para maravillarse con ellos,
liberado también del terror, alberga en su corazón un oscuro deseo por lo bueno
y lo malo. Por lo hermoso y lo grotesco, la tentación de ver, puede hacer
sucumbir hasta el alma más pura, es un arma de fuego en la boca, es la bala
incrustada en el corazón, porque no es la mente la que sufre sin colores
alrededor, es el corazón, la pequeña esencia de la que todos se hacen más o
menos humanos, en un sentido bastante siniestro. Le aterrorizan que alguien le
quite los ojos, que una bestia en un impulso completamente natural le extirpe
aquello con lo que él se hace más divino, esa parte de su cuerpo que lo acerca
más a Dios, por así decirlo. No cree en Dios, pero aún así, está seguro que en
la belleza se esconde lo divino, lo sorprendente, lo que enciende el alma de
las personas, ahí, en ese color rojo que está preparando. Sólo para ser visto
por los afortunados que pueden utilizar adecuadamente sus ojos. Son heridas que quedan, es egoísta y
mezquino, no se trata de producir un bien de mercado, el arte va más allá; debe
encender lo que la gente común no logra prender. Es como el fósforo; para el
hombre que sólo prende fuego con las chispas que son emanadas de dos piedras
chocando. Evita la fricción. Evita la violencia y asegura el comunicado. El
resplandor. El resplandor, busca el resplandor en las almas de la gente. El
rojo enciende, el rojo es sangre, es herida y es dolor, es muerte y angustia,
pero también pasión y fuerza animal. Da placer, es la carne, la tentación, son
las mujeres con sus cuerpos hermosos, las mujeres, sus niños, la reproducción,
es el sexo, pero sobre todo, la herida, la herida en el alma. Y en la dulce y
atractiva emancipación, liberado de la sociedad, sin dogma ni paradigmas,
caminando completamente desnudo estaba deseando estar el artista, lejos de toda
pretensión, lejos de toda evocación y de todo deseo. Cercano al placer, a lo
que le causa a uno un profundo y completo placer, respirar hondo, exhalar, el
aire impuro, las risas ya no importan; la muerte se apodera de uno. Lloran los
seres queridos, lloran los amigos, lloran los desconocidos, lloran las amantes,
lloran las antiguas amantes, lloran las mamás, lloran los papás, lloran los
hermanos, lloran las abuelas, lloran. Salta el artista completamente
agradecido, añorando alejarse, simplemente alejarse de la maraña de
manipulaciones y engaños que lo rodean. Se abraza a sí mismo y exclama
gritando: ¡Yo me amo a mí mismo con mucha, tal vez demasiada, intensidad! ¡Yo
me quiero! ¡Yo me voy, lejos, para encontrarme, para dejar atrás, para olvidar!
Y se va caminando, pensando en las que no lo supieron encontrar, en las que no
tuvieron la delicadeza de hacerlo renegar. Porque reniega. Reniega ahora,
porque el color rojo se mantiene extraño, fuera de foco, lejano a su aveza. Se
ha olvidado, el arte te da mucho, pero como el diablo siempre vuelve para
cobrar. La soledad, sí, la soledad es también un demonio que a uno lo agobia,
el engaño, la despedida, los ideales, escapar de la sociedad. ¿O sólo se escapa
de sí mismo? Vierte más pigmento en el pocillo de mezcla ya bate suavemente,
hasta que el óleo se va diluyendo en el aceite, haciéndose más suave, más
líquido, y sin embargo, más impuro. Pierde consistencia, pierde solidez y
firmeza, se hace débil; frágil. Embestido por los demás colores, y ahí, en el
lienzo se olvida que es un color lleno, agraciado, olvida su facultad de
sobrecoger. Se estanca en la vastedad del blanco, adaptándose a él y sus
innumerables hendiduras. Recorriendo los canales, dejándose chorrear, gotear,
como la sangre que cae de una herida mortal. Pintura roja, que matas, que causas
dolor, que provocas ira y arrepentimiento. La mezcla tiene grumos, no son
buenos para la pintura, ya que ensucian, se trata de una obra sobre la
limpieza, sobre lo puro, sobre el dolor en su estado más puro e intenso. Es una
obra sobre lo que no está dicho, sobre los sueños no alcanzados y sobre las
heridas que siguen brotando del alma, es rojo en el cuerpo, rojo en la mente y
rojo en el alma, rojo en el corazón. Se le tiene miedo, ya que hace pensar. El
artista se da vuelta y mira a su alrededor, pronto estará rodeado de
espectadores, el cuadro deberá batirse sólo en la inmensidad de los diferentes
personajes que lo van a ver, juzgar, disfrutar, amar, odiar, respetar, temer.
Vierte el contenido del recipiente sobre el bastidor, lo esparce con brochas,
lo para y el goteo comienza, dibujando líneas uniformes, que sólo viéndolas
desde muy cerca presentan ciertas deformidades. Sólo conociendo a fondo la
pintura lo va a lograr; encontrar sus anomalías, al final, por más artificial
que sea su creación, siempre la naturaleza obra de maneras que no se pueden
preconcebir, que no estaban previstas. Ya no es el sujeto quien controla la
realidad, son los objetos, autónomos; la naturaleza, por meras leyes físicas,
incorpora en el entorno, lo que lo moldea a uno y a su obra. Artista y obra
dejan de funcionar como entes autónomos en pleno control de sus intenciones,
deben aceptar la condición básica bajo la cual todos los objetos y sujetos en
la tierra se rigen: la muerte. Roja es la herida que sangra, roja es la sangre
que emana, rojo el ardor del deseo sexual, rojo el color de la piel cuando
siente contacto físico, roja es la vida; pero también roja la muerte, la
herida. El artista contempla su obra, está contento al fin. La obra funciona
sola y es estable, se siente orgulloso, peca de vanidad, de una cierta dosis de
soberbia, sí es soberbio, por naturaleza soberbio, y más aún sabiéndose más que
los demás. Sabe de sus capacidades, pero más allá de las mismas, queda aislado,
mutilado del mundo, soberano de sí mismo, pero aislado, completamente
descartado. Se sabe interesante, un fruto sabroso de la creación, íntegro en
muchos sentidos, adolorido en otros, físicamente aceptable, pero conforme. Sabe
a quién pertenece su alma; a quiénes se debe, a quienes les debe.
La pintura se quiebra. El artista llora. El rojo se
consume. El color se apaga. El cuadro llora, lágrimas incoloras, ya no hay
rojo, ya no hay herida. Ya no hay rojo. Ya no hay herida.
Santiago Contreras Soux,
Octubre 2009
CARTA DEL PODER
El Poder se lo gana, se lo trabaja,
se lo quitas a otros. Como en un juego de ping pong, salta de un individuo a
otro, muy parecido a una luciérnaga. Si logras atraparlo es para conservarlo
por poco tiempo, ya que no le gusta nada permanecer estático. Sabes, de todos
modos, en el fondo, que el Poder que has adquirido también te ha adquirido a ti.
Le ha gustado escoger sus presas desde el principio de todo, las selecciona
meticulosamente, una por una, hasta que por fin se decide por una. A ti te
escogió el 15 de noviembre de 1997, una noche cálida, estrellada. No te hagas
al loco, porque sabes qué es lo que pasó ese día. El Poder, como te decía, se aferra
a las personas de una manera bastante cruel. Una vez que te tiene entre sus
garras cortantes, empieza a succionar, uno por uno, todos los valores que te
quedan, hasta que ya ha tenido suficiente (aunque él dice que nunca es
suficiente) y se retira para buscar un nuevo cuerpo del cual alimentarse. Los
valores y la ética le fascinan, lo vuelven loco, se derrite por conseguir una
dosis, por más pequeña que sea, de esas sustancias.
Dicen que nadie lo puede ver, pero
el Poder, según lo he podido constatar, es sólo una silueta deforme, inhumana,
bestial, que cambia de expresión. A veces lo veo detrás de la gente, imitando
sus sombras. Otras, lo encuentro sentado en una banca. Pero lo más usual es que
lo vea colgado de los pies de los “poderosos”, haciendo lento su paso por las
calles. Al Poder, y esto debes tenerlo muy en cuenta, le fascinan las mujeres
con faldas cortas; a veces logra atraparlas y se introduce en ellas por ese
lugar que te encanta, sabes de qué lugar hablo, no te hagas al inocentón; luego
les llega más arriba y poco a poco les va quitando el color de los ojos. Claro,
nadie se da cuenta de eso. En otras ocasiones, el Poder se disfraza de proyecto
político, de estado de sitio o incluso de estado de violencia. Dicen las malas
voces que, en la Segunda Guerra, estaba de moda tomar por apariencia algunos
elementos del cuerpo de sus receptores. Se dice por ahí que tomó la forma de un
bigote negro.
Ese día
te escogió, no sabes aún cómo; pero se posó en ti, tentador, corruptor, y te
sedujo. La manera en que logra seducir a las personas es inexplicable, pero
siempre lo logra. Poco a poco te fue alejando de tus seres queridos, haciéndote
buscar excusas en la búsqueda de más canales para tus propios deseos. El Poder
siempre ataca primero los deseos, no precisamente los más buenos o humanos,
pero siempre encuentra la manera de hacerte desear más de lo que ya tienes o
necesitas. Los maneja muy bien para poder influenciar en sus víctimas, confundirlas.
Los deseos son parte del abanico de ambiciones, tentaciones y otros artilugios
mecánicos que utiliza para ingresar en tu cuerpo. Desde ese día has buscado la
atención de los demás, ya no te interesa su aprobación. Usas el miedo como un
arma pulida por el Poder (tiene un afilador impresionante en su cocina).
Así pues, empezaste a tener otros
pensamientos, a buscar preguntas dentro de tu coraza para hacerte sentir mejor
contigo mismo; como víctima, tu autocompasión era más grande (otra táctica del
Poder). Los sueños se hicieron cada vez más ambiciosos y los caminos cada vez más
complicados para llegar a ellos; más difíciles de cumplir sin antes dañar los
sueños de los de tu alrededor. Si había que pisotearlos y dejarlos marchitar en
el suelo, se lo hacía nomás.
Todas las cosas ajenas a tu mundo se
tornaron distantes, las veías a través un enorme telescopio desde otro planeta,
encerrado en una cabaña que ya nadie ha podido tocar. Pero, y tengo que
decírtelo, el Poder se aburre fácilmente, te abandona y, cuando se va, dedica
toda su voluntad en hacerte hundir, como insecto, en tu propia mugre. No te
preguntes después a dónde fue a parar la suerte, que al Poder también le gusta
coleccionar la suerte de sus receptores en pequeñas vasijas de oro. Sí, oro, me
has oído muy bien. El Poder también cobra impuestos por su trabajo sucio,
impuestos muy caros. Es un gran alquimista. Por eso, no te preocupes, que no te
hará pagarle en oro; lo que te quita lo convierte en oro, del más brillante.
Y con el paso de los años has dejado
de ser feliz y espontáneo, te has convertido en una máquina que se dedica a
producir para el Poder. Tú no lo sabías hasta ahora, por eso te resulta extraña
esta carta, pero poco a poco te irás dando cuenta de que lo poco que te queda
de virtud se evapora con el sol de las mañanas. La tristeza te empezará a
corroer el alma, si es que la vergüenza y la culpa ya no lo han hecho para este
día nefasto, en el que te arrepientes de haberte dejado abordar por el Poder,
ese bicho raro tan seductor. Poco a poco irás perdiendo la fuerza y el ímpetu,
tratarás inútilmente de sujetarte de los restos de ese barco hundiéndose que es
tu vida y vas a desear que alguien llegue a rescatarte. En ese momento te darás
cuenta de que ya no queda nadie alrededor. Estás sumergido en un vacío de
soledad. Tu aislamiento será definitivo, catastrófico, inevitable. Les ha
pasado lo mismo a todos…
Pero llegará el día 19 de Mayo y al
Poder le va a dar ganas de irse con otra, sí con otra.
Sí me voy con otra, no te sorprendas,
es seguramente lo último que puedo hacer por ti, mi pequeño Jorge. Es, digamos,
un memorándum que tenía que mandarte, ya que fuiste mi mejor estudiante (sin
darte cuenta de ello, obviamente). Así pues, debo despedirme, me quedan unos
pequeños detalles más de los cuales encargarme para que tus últimos actos
desesperados por mantenerte a flote en el poder sean lo más hermosos y poéticos
posibles. Es siempre bueno acabar con una situación irónica. A veces hace que
la gente te recuerde por más tiempo, aunque al final terminan olvidándote y
olvidando el poder que tenías. Eso que ustedes llaman poder, pero que ni se le
acerca.
Atentamente, se despide:
El Poder.
La
silueta, vista por nadie, se marchó de la oficina oscura del Presidente y salió
a la calle. Afuera, el cerco violento
había empezado.
Por: Santiago Contreras Soux. Mayo 2009.
PLEGARIA
Cómo hacer para recordar. Cómo hacer para, por un momento poder
recordar. Sólo un momento. Nada más que un instante en el que pueda, reflejar
para adentro su rostro. Que ya difuso con los años se pierde por una neblina
melancólica. Sólo un pequeño pedazo de sus ojos, sólo un pequeño pedazo de sus
labios. Eso quisiera pero no consigo.
La noche, gélida, se desprende del anochecer y cae rebotando sobre las
piedras. Se limpia los ojos y llama a su sombra a pedirle perdón. Hoy más
segura que nunca. La noche, hoy apacible, se renueva buscando mejores días.
Días para cubrir.
Lo que quiere es un regalo, para avanzar seguro, de que no puede llorar
más nada, que sus lágrimas, sanan. Hoy seguro que sus dudas pueden por fin
acabarse. Hoy seguro que no hay más espacio entre el vacío y la eternidad. Y
ahí encontrar esos gestos tranquilos y calmos que avanzan seguros. Ya no se
cuestiona. Ya no quiere dudar. Sólo sonríe y grita al unísono.
Sólo quiero eso y nada más. El silencio de sus ojos. Eso y nada más.
Aunque sea sólo por un segundo.
Santiago Contreras Soux, Mayo 2008
PÉRDIDA
Y en caso de duda, llame al
siguiente teléfono, que ellos le indicarán lo que debe hacer en caso de
pérdida. ¿Hola? ¿Si?¿Me oye? Si operadora, ¿me oye? …
El teléfono se queda descolgado.
Martín sale por la puerta principal del pequeño hogar en el que vive, camina
hasta la parada del autobús, las sombras de los árboles sobre su cabeza
perdiéndose con la negra cabellera.
Camina unos pasos más y llega a la esquina. La cabina está abierta.
Puede entrar. Marca un número. Dos, tres, ocho, seis, cuatro, dos.
Sale de la cabina, se pone el
sombrero, la sombra le cubre el rostro, en penumbras, las lágrimas brotándole a
escondidas de la luz. Cabizbajo camina. Camina. Camina.
Han pasado las horas, se sienta en
un banco y espera. Al poco tiempo, José, su amigo de la infancia se le acerca.
Lo abraza. Martín no logra controlar más el dolor y echa llora
desconsoladamente. José lo abraza con más fuerza, el cuerpo de Martín pierde
peso y quiere elevarse por sobre la banca. José lo sujeta. Le muestra las
fotos, José lanza una exclamación y lo vuelve a abrazar. Pasa una media hora y
ambos se levantan de la banca, se ponen sus respectivos sombreros y se acomodan
el traje. Se despiden y parten por caminos diferentes.
En su casa, Martín, se prepara una
comida sencilla. Se sienta frente al televisor y se relaja viendo una película
que pesca por casualidad. Se abre la puerta y Martín se para. La mira. Ella lo
mira. Se desvanece y desplomada cae como hoja de papel sobre el piso de madera
dando un golpe profundo que retumba en la profundidad del silencio. Atrapados
en la caja de paredes ambos buscan el consuelo del otro. Él se acerca y la
recoge, como quien recoge los restos del polvo de la mañana siguiente, y la
acomoda junto a su pecho. Su corazón roto, hecho pedazos, ya no late, no como
antes, no como esa mañana. No como aquella mañana. No, nunca así, por favor.
Se acompañan mutuamente hasta el
final de aquellos retorcidos pasillos sin vida, que nunca tuvieron la intención
de retenerla entre sus paredes. Cómo puede alguien vivir así, en esos espacios,
donde lo más lindo se escapa sin ser percibido. Llegan al cuarto y se
desvisten, buscando en las caricias lo poco que les queda de calor en el alma.
Se tocan, pero la piel gélida no les permite llegar al alma. Parece que una
coraza del metal más duro se hubiera armado en el silencio, en la soledad de
aquel extraño departamento oscuro.
Él la acaricia,
pero sin respuesta, le tiende la mano que ella agarra. Cruzan los dedos y se
abandonan a la oscuridad de la noche, el uno al lado del otro, pero el uno tan
ausente como el otro. Poco a poco la cama se va empapando con las gotas
silenciosas. Sus cuerpos poco a poco se van buscando entre la montaña de
mantas, finalmente se encuentran y así permanecen, en silencio, finalmente se
duermen.
Amanece, llueve. Ambos se levantan,
con la sensación del vacío clavada bien profundo. El silencio, que antes era
bulla recorriendo todos las habitaciones, Los colores apagándose y la mirada
evasiva. Se baña el uno luego el otro. Las gotas caen, se funden, en la ducha
uno puede llorar sin que los ojos lo delaten. El agua se lleva todas las
lágrimas.
Se sientan a la mesa, hablan, suave,
sin dejar que los sentimientos afloren. Se miran y en la profundidad de los
ojos de ambos aún resplandece. Ella se marcha primero. Él, en cambio, sin
trabajo debe quedarse a aguantar la profundidad del departamento. Recorre todas
las habitaciones que puede, ordena una que otra cosa. No se atreve a tocar
siquiera. Se sienta en la sala y deja perder la mirada en la ventana del
frente.
Son las diez de la mañana, los
teléfonos empiezan a sonar. No contesta, duele demasiado. Desconecta la
conexión. El sol empieza a entrar por las ventanas, decide salir.
Se queda divagando por la ciudad,
perdido, él también, por la ciudad. Las horas pasan y el cuerpo de Martín se
pierde entre la muchedumbre, acoplado a la masa. Llega la noche, sigue
caminando sin rumbo.
Llega en la noche a su casa y Ana lo
espera en la puerta con los ojos rojos de tanto llorar. Se cuelga de sus
hombros y lo besa desesperada.
Nadie les había dicho qué hacer en
caso de pérdida, no estaba en el manual. Nadie les dijo dónde guardar las almas
cuando ya no se está presente.
El obituario con la cara de los
hijos. No habrá funeral. En caso de pérdida llame a este número, nunca hubo
respuesta. Los rostros se pierden en la profundidad del alma desgastada y
herida. Se despiden con ojos agraciados. El silencio cubre el departamento y
los dos perdidos en su dolor se desencuentran dentro de aquel espacio vacío.
santiago contreras soux, noviembre 2009.
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