ARTES VISUALES, ARQUITECTURA, LITERATURA, PENSAMIENTOS

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Trabajo multidisciplinar para construcción de obra y discurso.

lunes, 24 de febrero de 2014

La fiesta de cumpleaños



Vivían en una modesta casa a las afueras de la ciudad, a la que se llegaba por un sendero largo y tendido que subía la montaña. Una vez arriba, la vía quedaba expedita y lágrimas contaminadas impregnaban el ambiente y pintaban la calle con manchas de pintura fresca.
La noche anterior, en total silencio, la madre preparó la fiesta de cumpleaños de su hijito. Vendrían sus amiguitos y su vecinos. Niñitos eléctricos, pensaba. Puso las mesitas y sillitas gastadas por el paso del tiempo en perfecto orden. Ajustó las gavetas de la cocina, aprovechando que estaba arreglando la casa.  Preparó una torta, preparó galletas, preparó el resto de las cosas: los sandwichitos, los gorritos y las bolsitas llenas de dulces. Naturalmente, pensaba, la fiesta va a quedar magnífica.
La ciudad amaneció aplastada por una bruma oscura. Ciega. Cegada por aquella incierta neblina.
Los chiquillos empezaron a llegar como ratones a la casa y se acomodaron alborotadamente en aquel cuarto oscuro y diminuto donde estaba servida la mesa del cumpleaños. Algunos traían regalillos, otros venían bien empaquetaditos desde su casa, donde mamita les dijo que tengan cuidado.
La neblina terminó por cubrir en su totalidad la ciudad, se respiraba un aire denso y contaminado.
A medida que la casa se iba llenando, el sendero se pintaba cada vez más con las manchas de aquel barro. Ahora, un pequeño arroyo fluía desde la tubería rota de la casa. Las sombras se hacían más oscuras y parecían dibujar figuras impresas en las paredes, figuras negras que serpenteaban en la paredes del sendero. El cielo se tornó oscuro, desde la casa salía la luz, como disparada por un cañón, hacia la atmósfera que se apartaba cobarde de la amenaza. El aire se escapaba, asustado ante la presencia de aquellas sombras.
Las nubes parecían abrazar la casita que temblaba temerosa. Sin embargo, los niños no se percataban del cambio climático que acusaba la ciudad. Jugaban en la sala y en la cocina, infestando el lugar,  devoraban la comida puesta en la mesa. Niños inocentes, jugando, desenvolviendo paquetes, derribando juguetes. Simplemente niños. Afuera, el viento agitaba los postes de luz. La luz se cortó en todo el barrio, menos en la casa. Las sombras se deslizaban dando vueltas a la casa, rodeándola.
Llegó la hora de la torta y los pequeños se sentaron a la mesa. Comieron. Rieron. Los amiguitos de este año eran más alegres y dulces.
 Las sombras crecían y se retorcían afuera, enfermas, sedientas. Vino la torta y cantaron, que los cumplas feliz, que los cumplas feliz… Mordió la torta. Grititos. Ya era la hora de irse a casa, ¿a qué hora nos van a recoger?…
Un cúmulo de nubes, sombras y tempestad cubría la casita, intentando entrar por las ranuras de las paredes. En la calle, un río fétido y podrido corría cerro abajo arrastrando todo a su paso.
 De esta fiesta nadie los puede recoger, ya han sido invitados, invitados al cumpleaños de mi hijo, no se pueden ir. Todavía no ha terminado. No termina.
Y abrió la puerta. Gritos. Las sombras horrorosas, figuras inmundas llenas de odio, los ojos perdidos en el vacío, el rostro…, consumidor. Uno por uno los fueron consumiendo, … les habían abierto la puerta, estaban hambrientos. Poco a poco los iban desintegrando, la piel se les quemaba. Las sombras daban vuelta a la mesa y la vida se les salía de los ojos a los niños, que morían.  Sus almas eran consumidas. En el piso, la sangre se teñía de color verde oscuro y empezaba a heder,  Sombras que devoraban llevadas por el deseo carnal y animal más puro, en busca de su permanencia en el mundo, de su supervivencia. Las sombras se disiparon y se perdieron, se desvanecieron, las nubes se fueron. La neblina ...


Con el sol por detrás y en medio de una mezcla de recuerdos de tiempos muy lejanos, obedeciendo a su naturaleza,  agarró a su hijo de la mano y atravesando la montaña partieron rumbo al siguiente barrio, ciudad, país. Seguidos por las lágrimas horrorizadas de los niños que anunciaban el nuevo cumpleaños de las sombras.





Por Santiago Contreras Soux, Agosto 2004

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