El Poder se lo gana, se lo trabaja,
se lo quitas a otros. Como en un juego de ping pong, salta de un individuo a
otro, muy parecido a una luciérnaga. Si logras atraparlo es para conservarlo
por poco tiempo, ya que no le gusta nada permanecer estático. Sabes, de todos
modos, en el fondo, que el Poder que has adquirido también te ha adquirido a ti.
Le ha gustado escoger sus presas desde el principio de todo, las selecciona
meticulosamente, una por una, hasta que por fin se decide por una. A ti te
escogió el 15 de noviembre de 1997, una noche cálida, estrellada. No te hagas
al loco, porque sabes qué es lo que pasó ese día. El Poder, como te decía, se aferra
a las personas de una manera bastante cruel. Una vez que te tiene entre sus
garras cortantes, empieza a succionar, uno por uno, todos los valores que te
quedan, hasta que ya ha tenido suficiente (aunque él dice que nunca es
suficiente) y se retira para buscar un nuevo cuerpo del cual alimentarse. Los
valores y la ética le fascinan, lo vuelven loco, se derrite por conseguir una
dosis, por más pequeña que sea, de esas sustancias.
Dicen que nadie lo puede ver, pero
el Poder, según lo he podido constatar, es sólo una silueta deforme, inhumana,
bestial, que cambia de expresión. A veces lo veo detrás de la gente, imitando
sus sombras. Otras, lo encuentro sentado en una banca. Pero lo más usual es que
lo vea colgado de los pies de los “poderosos”, haciendo lento su paso por las
calles. Al Poder, y esto debes tenerlo muy en cuenta, le fascinan las mujeres
con faldas cortas; a veces logra atraparlas y se introduce en ellas por ese
lugar que te encanta, sabes de qué lugar hablo, no te hagas al inocentón; luego
les llega más arriba y poco a poco les va quitando el color de los ojos. Claro,
nadie se da cuenta de eso. En otras ocasiones, el Poder se disfraza de proyecto
político, de estado de sitio o incluso de estado de violencia. Dicen las malas
voces que, en la Segunda Guerra, estaba de moda tomar por apariencia algunos
elementos del cuerpo de sus receptores. Se dice por ahí que tomó la forma de un
bigote negro.
Ese día
te escogió, no sabes aún cómo; pero se posó en ti, tentador, corruptor, y te
sedujo. La manera en que logra seducir a las personas es inexplicable, pero
siempre lo logra. Poco a poco te fue alejando de tus seres queridos, haciéndote
buscar excusas en la búsqueda de más canales para tus propios deseos. El Poder
siempre ataca primero los deseos, no precisamente los más buenos o humanos,
pero siempre encuentra la manera de hacerte desear más de lo que ya tienes o
necesitas. Los maneja muy bien para poder influenciar en sus víctimas, confundirlas.
Los deseos son parte del abanico de ambiciones, tentaciones y otros artilugios
mecánicos que utiliza para ingresar en tu cuerpo. Desde ese día has buscado la
atención de los demás, ya no te interesa su aprobación. Usas el miedo como un
arma pulida por el Poder (tiene un afilador impresionante en su cocina).
Así pues, empezaste a tener otros
pensamientos, a buscar preguntas dentro de tu coraza para hacerte sentir mejor
contigo mismo; como víctima, tu autocompasión era más grande (otra táctica del
Poder). Los sueños se hicieron cada vez más ambiciosos y los caminos cada vez más
complicados para llegar a ellos; más difíciles de cumplir sin antes dañar los
sueños de los de tu alrededor. Si había que pisotearlos y dejarlos marchitar en
el suelo, se lo hacía nomás.
Todas las cosas ajenas a tu mundo se
tornaron distantes, las veías a través un enorme telescopio desde otro planeta,
encerrado en una cabaña que ya nadie ha podido tocar. Pero, y tengo que
decírtelo, el Poder se aburre fácilmente, te abandona y, cuando se va, dedica
toda su voluntad en hacerte hundir, como insecto, en tu propia mugre. No te
preguntes después a dónde fue a parar la suerte, que al Poder también le gusta
coleccionar la suerte de sus receptores en pequeñas vasijas de oro. Sí, oro, me
has oído muy bien. El Poder también cobra impuestos por su trabajo sucio,
impuestos muy caros. Es un gran alquimista. Por eso, no te preocupes, que no te
hará pagarle en oro; lo que te quita lo convierte en oro, del más brillante.
Y con el paso de los años has dejado
de ser feliz y espontáneo, te has convertido en una máquina que se dedica a
producir para el Poder. Tú no lo sabías hasta ahora, por eso te resulta extraña
esta carta, pero poco a poco te irás dando cuenta de que lo poco que te queda
de virtud se evapora con el sol de las mañanas. La tristeza te empezará a
corroer el alma, si es que la vergüenza y la culpa ya no lo han hecho para este
día nefasto, en el que te arrepientes de haberte dejado abordar por el Poder,
ese bicho raro tan seductor. Poco a poco irás perdiendo la fuerza y el ímpetu,
tratarás inútilmente de sujetarte de los restos de ese barco hundiéndose que es
tu vida y vas a desear que alguien llegue a rescatarte. En ese momento te darás
cuenta de que ya no queda nadie alrededor. Estás sumergido en un vacío de
soledad. Tu aislamiento será definitivo, catastrófico, inevitable. Les ha
pasado lo mismo a todos…
Pero llegará el día 19 de Mayo y al
Poder le va a dar ganas de irse con otra, sí con otra.
Sí me voy con otra, no te sorprendas,
es seguramente lo último que puedo hacer por ti, mi pequeño Jorge. Es, digamos,
un memorándum que tenía que mandarte, ya que fuiste mi mejor estudiante (sin
darte cuenta de ello, obviamente). Así pues, debo despedirme, me quedan unos
pequeños detalles más de los cuales encargarme para que tus últimos actos
desesperados por mantenerte a flote en el poder sean lo más hermosos y poéticos
posibles. Es siempre bueno acabar con una situación irónica. A veces hace que
la gente te recuerde por más tiempo, aunque al final terminan olvidándote y
olvidando el poder que tenías. Eso que ustedes llaman poder, pero que ni se le
acerca.
Atentamente, se despide:
El Poder.
La
silueta, vista por nadie, se marchó de la oficina oscura del Presidente y salió
a la calle. Afuera, el cerco violento
había empezado.
Por: Santiago Contreras Soux. Mayo 2009.
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