Análisis: Nuevo estilo arquitectónico en
la ciudad de El Alto
Arquitecto Santiago Contreras Soux.
1.
¿Qué
opina sobre la arquitectura emergente en la ciudad de El Alto?
2.
Según
el arquitecto Carlos Villagómez, tras el primer impacto de esta nueva
arquitectura, las reacciones podrían agruparse en dos posiciones opuestas. Por
un lado, los que menosprecian esta manera de construir y en definitiva no la
consideran arquitectura. La otra posición sostiene que es la expresión más
genuina de la ciudad tanto paceña como alteña. Porque contiene mucha simbología
que identifica a la nueva clase emergente, compuesta básicamente por
transportistas y comerciantes. ¿Con qué posición se identifica y por qué?
3.
Como
arquitecto, ¿Estaría dispuesto a construir este tipo de edificaciones?
PUENTE
o cómo habitar
después de soñar
1. Una
respuesta a mí. Santiago Contreras se responde, a través de las inquietudes de
su amiga, a sí mismo sobre las mismas dudas que abarcan su mente. En este caso
se trata de hablar sobre arquitectura.
Hablar de arquitectura es hablar de sus
ocupantes, de la gente que puebla sus espacios; que en definitiva les da el
carácter y forma finales; es hablar de fuerzas que van más allá del arquitecto
y su genio malévolo creador (muchas
veces tan precoz e inmaduro). Muchas veces vence el uso de la gente y pierde ese
destello de iluminación que tramó en cierta instancia el cómo y qué debería
decir cierto espacio, material, elemento geométrico, etc.
Hablar de arquitectura es hablar de
sociedad, de agentes económicos, de políticas gubernamentales y, por qué no, de
sistemas ecológicos.
Hablar de arquitectura es, sin embargo,
también hablar de los sueños. No puedo negar, que más allá de todo lo real, existe un deleite especial a la hora de
diseñar, ese brillo en los ojos cuando estás trazando y la frustración que
muchas veces deviene de no poder compartir ese “sueño” con el cliente; que ese
sueño no se entienda, que no lo compartan con uno es uno de los castigos más
feos que puedes recibir.
Por eso cuando me preguntan: “¿Qué opina sobre la arquitectura emergente
en la ciudad de El Alto?”[1]
, antes debo preguntarme: ¿A qué se refiere con “la arquitectura emergente”?
Tal vez
hay dos tipos de arquitecturas emergentes en El Alto (Ignoro la existencia de
arquitectura contemporánea en El Alto, que,
en términos muy estrictos, podría aparecer en una revista internacional
de arquitectura). Por un lado, aquellas que carecen de recursos y terminan
generando espacios casi rurales, de características básicas, sin revoque; ese
tipo de conjuntos que aparecen tal como llegaron al mundo, “pelados” en el frio altiplánico. Casas
básicas, apenas construcciones, de esas que cuando eres niño te sensibilizan y
te llenan de compasión cuando al pasar por una carretera las ves; y es que en
El Alto la gente construye como puede, cuando puede y así aprende a sobrevivir,
a mejorar, a crecer y eventualmente a cambiar de vivienda.
Ahí es que aparece esa otra arquitectura tan polémica, tan atractiva,
tan innombrable, tan “políticamente
arquitectónica”, tan desprolija, tan extraña, tan rococó, tan barroca, tan
nuestra, tan alteña, tan paceña, tan aymara, tan del frio … TAN. Ese es, el
“por otro lado”, la otra cara de la moneda, es la demostración de las escalera
desplegada; que uno puede atravesar El Alto (yendo de las periferias hacia la
Ceja) y logrará admirar la capacidad de una ciudad para superarse (en su muy
privado y propio estilo, con esos gustos American Dream of Kollasuyo, Barbie
Mamani Superstar de pollera convertible, de biquini dorado).
La arquitectura que ha surgido, ésa que es llena de revoques
coloridos, ésa que se forra con vidrios espejados dorados, morados, verde,
azules, motivos geométricos -Post-tiwanakotas-postmodernos-high tech-post
coloniales-; ésa que se jacta del dinero acumulado, ésa que adopta una postura
sumamente novedosa a la hora de reinterpretar la vivienda, ésa que posicionando
una casa en el tope de un edificio está construyendo un faro simbólico para el
resto, un faro que no es otra cosa que la superación de la clase trabajadora
(comerciantes, transportistas, etc.)
En definitiva el resultado es nomás, una manifestación cultural y
social de estatus y poder económico. GREAT POWER. Y así es cómo se dan las
cosas, la gente entiende que ese tipo de volúmenes son la manifestación más
grande del esplendor estético, “siglo XXI rumbo al mar, con la promesa del Evo”.
Y lo que generan (tal vez no sean obras maestras que desafían a la élite de la
crítica arquitectónica) pero que sí logran deslumbrar a sinnúmero de personas
amantes de la antropología y de los fenómenos culturales y estéticos. Estamos
hablando de un gusto que trasciende sus propios límites, que se nutre en el
internet, en lo global, en los canales de cable, en las mansiones del sueño
americano, las casonas de Miami y Los Ángeles, en la Iglesia de San Francisco,
en Tiwanaku, en el Postmodernismo de los años setenta, en YouTube, en las casas
de hacienda del oriente, en los tejidos originarios (tan llenos de patrones
geométricos); pero más que nada se nutre de una manera de ser, de una manera de
ganar dinero, de una manera de aprovechar al máximo lo que se tiene (AME[2]
del 500%; es decir cinco pisos ocupando todo el terreno).
Lo logrado es una nueva tipología que tiene definitivamente una
bizarra concepción estética que la hace única, invaluable desde un punto de
vista cultural.
Es nomás una de las expresiones locales más intensas y ricas que hay
en este momento en el territorio nacional, la demostración real y tangible del
cambio de los tiempos, de la subida al poder de Evo Morales, del despertar del
gigante (los comerciantes y transportistas), de que Bolivia nunca más va a ser
lo que era, de que la ciudad es un organismo dinámico.
2. Acá dudo de nuevo.
No me cabe duda de que es un fenómeno altamente rico, que es una
manifestación cultural pura; que en el futuro se va a discutir más sobre esta
manera de hacer arquitectura que sobre la obra de cualquier arquitecto de
renombre que se pueda estar desarrollando hoy en la ciudad de La Paz. La
arquitectura de autor es hoy algo que pocos pueden darse el lujo de concebir,
de encargar y de vivir en. Hasta ahí parece clara la posición. Pero la contradicción está justamente en eso:
he trabajado todo esto hasta ahora, pensando en la arquitectura como parte de
los fenómenos culturales.
Sin embargo. También creo (y asumo que es mi deber creer en ello) que
la arquitectura es también un fenómeno en sí misma, una forma artística y
creativa. Por lo tanto se constituye en un ente subjetivo, arraigado en los
sueños, en la imaginación y nunca debería dejar de ser así. Y ahí respondo a mi
duda:
Sí, creo que es una arquitectura completamente válida, que se
identifica con los sueños de sus creadores, sólo que sus sueños no son los
míos. Y eso me enseña a entender, a comprender a ese otro que tan difícil me es
comprender. También me enseña a reconocer mi medio, mi lugar, mi país, el sitio
que me identifica.
Y creo que ese mismo suceso se da en las otras personas, aquellas que
habitan esos edificios, que así, ocupando esos espacios, se sienten parte de
algo, han encontrado un camino, una especie de finalidad. Ya no es necesario
mirar las casas de la zona sur para buscar un ejemplo a seguir, un modelo, una
imagen con la cuál identificarse; estas construcciones son justamente eso: El
reflejo de su identidad. Así como hay un voto mayoritario por el MAS, hay ahora
una imagen que sirve de paradigma del cambio y es ésa arquitectura, que ahora
se hace oficial, se hace reconocible; RECONOCIDA (a pesar que existe hace mucho
tiempo atrás, mucho antes del Evo, de Octubre del 2003). Y si ése es el efecto que una serie de posturas
arquitectónicas pueden generar en la sociedad, entonces bienvenidas sean:
proliferen y reprodúzcanse, todos ganamos (desde un punto de vista
socio-cultural) … Aún así, ése no es mi sueño. “That there, that’s not me…And I’m not
here…This isn’t happening”
[3]… A la pregunta tres.
Vuelvo a soñar. El otro día me encontré soñando (dibujando)
arquitecturas que son para mí, para mi propio regocijo, para ese mundo interior,
que tanto placer me causa llenar de ideas. Y ahí caigo en cuenta: yo no podría
hacer ese tipo de arquitectura (no porque no la respete o entienda) Mi soñar me
ha llevado a otras parte, a otros continentes, a otras realidades, y es ahí que
encuentro ese brillo, el regocijo que se da cuando una idea se genera, ese
flujo de energía que se capitaliza en un línea. La arquitectura para mí sigue
siendo parte del mundo inmaterial, va más allá de la expresión cultural de una
ciudad entera. La arquitectura podría ser un puente para cruzar, entre el uno y
el otro; entre el sueño y el presente;
entre uno mismo y su creación; entre habitar y el desvanecerse hacia el vacío.
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