Cierra los ojos, se muerde los
labios y empieza a balbucear, la voz se le quiebra y las palabras brotan al
unísono. - El padre de Lucifer se parece más a una cicatriz que a una persona,
con los ojos hundidos en pena y la nariz achatada de tanto jalar. La alcoba en
llamas, los muebles oscurecidos por el carbón, la llave de hierro forjado y los
largos cabellos negros de la China Caporal. La gruta de entrada al averno y los
mástiles errantes ardiendo. Los alaridos, los gritos, los llantos de los niños
quejándose en las calderas. Rica sopa de bebé se prepara en el infierno. Las
mujeres gimiendo, rica es tu linda abertura les dicen. El padre de Lucifer tiene
una cicatriz que más parece un rostro aplastado que una marca en el rostro.
Frenillos de ortodoncista negligente en los colmillos, la quijada jadeante
luego del mete y hiere, quita y desnuda. La pasan bomba de noche.
El
averno, sin embargo, se congela de noche. Repican los termómetros, se quiebran
los vidrios, las copas estallan, el alcohol deja de quemar la garganta y las
llamas se extinguen. Soplan los vientos del Sur, sórdidos, líquidos,
invisibles, derramados en la superficie azul. ¡Ahh, que lindo el cielo!
Clamando mentiras, la esperanza, juego de palabras, más no de verdades, no se
apiada de los que han caído en el vacío del olvido. ¡Oh, no, no así pendejos!
Para sufrir, hay que aprender a sufrir.
Los
cabellos negros, descoloridos, sin brillo, sin vida, sin esencia, derramando
lágrimas detrás de bambalinas. Los lentes oscuros, el espejo, la visión
escondida, los sentimientos están prohibidos en el infierno, así como en la
tierra. Danos hoy el pan que nunca tendremos, que el hambre no nos deja pensar
claro. Por favor, ten compasión de nosotros y sálvanos de la tentación, que ya
tanto nos ha quitado. Guíanos hacia la luz, que por más que sea de fósforo de
algo tiene que servir. No, no nos dejes caminar solos que en el camino nos
vamos a perder. Queda prohibido a partir de hoy cualquier tipo de expresión
sentimental. Cualquier expresión de amor será considerada desacato, que amor ya
tenemos suficiente en las tierras de arriba, se dice que son altruistas,
guiados a la salvación. En la sequedad de la garganta que se queden los
sentimientos, enterrados por el polvo de la indiferencia, no los dejen escapar,
que desatarían el desorden de este caos empedernido. No, no los dejen salir.
Tapen su boca con gasas, que hablar
también queda prohibido a partir de la presente gestión.
El padre de Lucifer se parece a un
demócrata vestido de dictadura, listo para cazar cuervos, y derramar sangre de
inocentes que será recolectada en frasquitos. Hay escasez en los bancos de
sangre. Es ahora cuando hay que confesar, que los males, males siempre y cuando
hagan daño, son para guardarlos en cajitas de recuerdos, clasificados por su
grado de maldad. Las botas pesan cuando están cargadas con tormentos y
frustraciones, pero mejor no quitárselas, las ampollas se infectan, viene la
gangrena y hay que amputar los pies. Crecen luego deformes, gritan, lloran, se
restriegan contra la arena hirviente, se queman la piel, que crece de nuevo,
dura y carnosa, ardiente. Se olvidan de su nombre, se acuerdan del código, no
tampoco. Las calles se alborotan cuando pasan por ahí los cortejos fúnebres,
otro político ha muerto en la tierra, se lamentan en las calles, otro soldado
ha caído en la guerra. Dicen que también les llegan bebés que no pudieron nacer
y sus madres lloran todas las noches tratando de buscarlos, mientras se
ahorcan. Otros siguen colgados, decapitados, degollados, atropellados,
fusilados. Dicen que el infierno en la tierra es más bonito y más real, que no
es como verlo en el cable, la transmisión del canal estatal es mejor y tiene
ángulos de acercamiento. Lo que no dicen es que no pueden leer los
pensamientos. Eso quieren hacerle creer a la gente.
Al
final, todo lo que queda son imágenes que se pierden en la memoria, ocultas y
sepultadas, negadas. El pecado es recordar, el pecado es añorar, es también el
castigo. Se olvida el sabor del beso, las caricias en la cama, los abrazos
cálidos, el refugio, la tranquilidad. Abajo, lo único que queda son viejas
diapositivas que despiden un aroma desconocido ya para los sentidos, sólo queda
dejarse llevar, abandonarse a la corriente, perderse muy escondido en las
entrañas de la tierra candente.
Las
calles abarrotadas de latas cortantes, abrasivas, marcando un paisaje lúgubre,
desgarrador. Pasa un colectivo chirriando, no se detiene, se choca mueren
todos, sus cuerpos se consumen, vuelve a chocar una y otra vez. Querían que
fuera así, pero la burocracia ha podido más, ahora sólo se dejan estar, el que
quiere le saca provecho, el que no se pierde en la razón. Los empelados de
Bienes Raíces se levantan en las mañanas, recorren las tumbas, examinan los
cuerpos, preparan el informe, le devuelven la conciencia al cuerpo, lo adecuan
a sus deseos más lujuriosos. Así se queda, estilo muñeca barbie, sonriente y se
va de fiesta en camaradería de pecadores. Dicen de nuevo que ese es el
infierno.
El
infierno, no existe… Le habían contado una linda historia de un ángel que era
un hijo de puta que retó al papito de la mafia de la religión, pues a papito no
le gustan los subversivos, insolentes con cara de guapos en charola de plata.
Papito, jefecito, manda a la mierda a su amante más apegado a que coja con los
animales. No le gustó el cuentito del libro y por eso lo condenaron a que se
vaya al carajo. ¡El infierno es acá y ahora!…
¡Vas a
ver cómo pagas por confundir a los feligreses, desgraciado, infeliz, pecador! ¡No
puedes asustar así a tus amigos! No se preocupen chicos, que nada de lo que ha
dicho su compañero es verdad, no se van a ir todos al infierno. Dios sabe
reconocer los buenos de los malos. Y a los niños buenos como ustedes los va a
llevar a su reino.
Una de ellas sale del curso confiada
en la palabra profética de la profesora y entonces se acuerda… No alcanza a
llegar a tiempo al trabajo, hoy no le va a tocar comer… No se preocupa, sabe
que Dios Papito le va a dar de comer… Todos los niños van al cielo, por más que
se los envíe en una cajita de madera delicada, con olor a inocencia y las
lágrimas impotentes de sus padres y un pasaporte visado para San Pedro, para
que les haga una bienvenida con honores.
Por
Santiago Contreras Soux, junio 2009.
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