Clava la espina,
sangra la herida y llora. Le da vuelta
al recipiente y lava. Corre el agua y escurre, la tubería se destapa. Se llevan
la memoria con ellos, se barren los recuerdos. Atraviesa el espacio y salta. Clava
la espina y sangra el espejo. Toca la punta y pincha. Se han llevado, se la han
llevado.
Saca el puñal y
brilla. Lo limpia y brilla aún más. Limpia la lágrima Seca la lágrima. Limpia
la oscuridad. Se filtra la luz en la rendija del marco. Limpio el puñal y seca
el alma. Enjuaga el pañuelo. Unta la rosa, inserta la espina, brota el rojo,
introduce la punta, coagula, recorre el brazo, se hace la línea.
Saca el papel y
lee. La boca y el papel, se arruga. Saliva en la pasta. Desintegra la tinta,
tiñe los dientes.
Se inicia la
visita. Tocan la puerta. Suena la madera, cruje el piso, chillan los tornillos
y las bisagras, se abre la puerta, se perfila una sombra, llora el clavel,
crece, crece, suenan las suelas duras, resuena el entablonado, la luz penetra,
corren las cortinas, cruje de nuevo, los pantalones de cuero, las cadenas
rechinando, la lluvia en la vereda y el olor a humedad, los zapatos mojados
aproximándose, el saco mojado, el paraguas chorreando goteras, suena la
calamina, el granizo se acumula, se prende el foco, la silueta se acerca, la
mano, el guante, el bolero de caballería, afuera, ingresa, el sonido, la antena
limpia, goteando, se aproxima, se acercan.
La espera, se queda
esperando, se les queda viendo, la silla, el suave asiento, los brazos
tendidos, paciente.
La silla, el cuerpo,
el charco, la delgada línea, las huellas machadas, el silencio, las últimas
gotas de suspiro, la puerta abierta y los brazos extendidos, el cuello doblado,
los ojos cerrados, la lágrima seca, la espina incrustada, las voces acalladas,
los susurros apagados, las culpas acabadas, la mirada perdida.
Las memorias en el
papel, en la boca, escondidas entre la tinta, la boca abierta, el papel
refugiado en la garganta.
Por Santiago Contreras Soux, Mayo 2011
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